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ideas exageradas acerca de la fiabilidad ajena, lo cual los lleva ya sea a ser excesivamente optimistas o pesimistas.
El sesgo es un fenómeno endémico en todos los países y está creciendo con la difusión de las redes sociales; en
algunos países puede ser peor que en otros.
La investigación sobre el comportamiento demuestra que las personas evitan la información que contradiga sus
ideas y buscan información que las confirme. Los políticos populistas entienden esto y les dicen a los votantes lo
que desean oír. Los medios de comunicación, que apuntan a contar con la mayor audiencia posible, también tienen
fuertes incentivos para proporcionar información que las personas quieren recibir. Con frecuencia, la información
que más atención atrae —y, por lo tanto, genera los ingresos más altos por publicidad y suscripciones— provoca
divisiones y perjudica la confianza. Los medios de comunicación y los políticos preocupados por su reputación
de rectitud tienen incentivos para poner límites a estos impulsos populistas y comerciales. La reputación se ha
convertido en una preocupación menor con la emergencia de las redes sociales y el aumento exponencial del
número de proveedores de información, desde individuos hasta empresas y gobiernos. Por el contrario, han
crecido las presiones competitivas para ofrecer la información que las personas quieren leer.
Otro motivo fundamental por el que la confianza es más baja en algunas sociedades en relación con otras es
que algunas sociedades son menos capaces de castigar el comportamiento no fiable aun cuando todos estén
adecuadamente informados sobre él. En algunas sociedades, las personas y los grupos disfrutan de suficiente
poder para protegerse de los castigos por comportamientos deshonestos hacia los otros. Las instituciones
que controlan el comportamiento oportunista (tribunales, organismos de auditoría, policía) son más robustas
en algunos países que en otros. Las organizaciones también son fundamentales. No solo en el sector privado,
donde los individuos organizados en empresas suelen ser mucho más productivos que los que producen y
comercializan de forma independiente. Las organizaciones también resuelven los dilemas de acción colectiva
que impiden que los individuos actúen juntos para hacer cumplir el contrato social: para persuadir al gobierno
de que proporcione bienes públicos de mejor calidad o para expulsar a los gobiernos que optan por la búsqueda
de rentas en lugar de tomar decisiones que mejoren el bienestar público.
Por último, las sociedades pueden variar en cuanto al costo emocional o moral que sus miembros deben pagar
de maneras que son poco confiables. Hay profundos motivos históricos y culturales que pueden explicar estas
diferencias. Sin embargo, estas se hacen evidentes en las encuestas, ya que las personas siempre señalan
que creen que los miembros de la familia son más dignos de confianza que la gente en general. Los vínculos
emocionales con los miembros de la familia son más fuertes que con la gente en general, lo cual aumenta el
costo emocional de un comportamiento poco fiable en la familia. Al contar con la existencia de estos vínculos,
los individuos expresan mayor confianza en las personas pertenecientes a la familia que en las de afuera.
POLÍTICAS PARA AUMENTAR LA CONFIANZA, LA COHESIÓN SOCIAL Y EL CRECIMIENTO
América Latina y el Caribe se enfrenta a enormes retos, que abarcan desde el crecimiento y la desigualdad hasta la
inmigración y el cambio climático. Sin embargo, puede que las respuestas óptimas de políticas a estos desafíos no
funcionen en un contexto de baja confianza y de civismo débil. Por ejemplo, las personas tienen escasos motivos
para apoyar la exigencia de mayores impuestos para resolver los problemas del cambio climático si no confían
en que los gobiernos utilizarán lo recaudado para ese fin o si no creen que los demás ciudadanos cumplirán
con sus obligaciones tributarias. Por lo tanto, la desconfianza y el civismo débil obligan a los responsables de las
políticas a diseñar reformas de una de dos maneras. O deben encontrar respuestas que exigen escasa confianza
y no dependen de un civismo fuerte, o deben adoptar las reformas que simultáneamente abordan el problema
tangible —por ejemplo, el bajo crecimiento— y los problemas intangibles de baja confianza y civismo débil.
Hay tres tipos de reformas que pueden ayudar a los países a lidiar con sus muchos desafíos (gráfico 10). En
primer lugar, los países pueden abordar las asimetrías de poder que disminuyen la confianza en los sectores
público y privado con reformas judiciales y del sector público que otorguen a las empresas y a los ciudadanos más
recursos frente a resoluciones judiciales y administrativas predecibles y rápidas en sus disputas unos con otros
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